Al nacer son blancos o grises, pero adquieren su característico color gracias a su alimento.

Los flamencos se alimentan de crustáceos, que tienen grandes cantidades de carotenoides, pigmentos que dan color a los vegetales, como a las zanahorias.

Los cambios en la temperatura del ambiente provocan la variación de su color. Adoptan un tono más oscuro para absorber más luz y calor, y uno más claro para reflejar la luz y enfriarse.

Son animales fascinantes con largas narices puntiagudas que les confieren un sentido del olfato increíblemente agudo.

No sólo detectan los olores con la nariz, sino que también se comunican entre sí con su cola.

Son capaces de reproducir sonidos, canciones, palabras e incluso, imitar las vocalizaciones de otros animales.

Como su nombre común lo indica, su cuerpo presenta una mezcla de colores variados y brillantes en los que predominan azul, amarillo, anaranjados, verdes y en algunos casos rojo. La hembra es más pequeña que el macho y de pico más corto.